Escuchamos en todo momento que “la estructura se come a la estrategia” en las organizaciones, pero se nos olvida que “la cultura se come la estructura” y, por tanto, a la estrategia. La cultura es una de las cosas más escurridizas y menos tangibles que se puede ver en las organizaciones.
¿Qué es eso de la cultura? Es lo que la gente hace cuando no están los jefes, el verdadero comportamiento. Vemos que, además, se sustenta en dos elementos: ese comportamiento y esa manera de portarnos, cómo es nuestra relación y cómo es nuestro desenvolvimiento. Esto se sustenta en los valores de la gente, esas cosas que son lo bueno o lo malo. Esos valores se sustentan en una jerarquía y hay que obedecerla. Todos estos elementos, tan difíciles de gestionar al día de hoy, son los que caracterizan el ADN de una organización y, por lo tanto, para poder formar ese ADN, el ejercicio de la dirección es fundamental. No sólo marcando los comportamientos deseables, que pueden ser tremendamente superficiales, sino sobre todo diciendo cuáles son los valores, cuáles son los límites que queremos promover o que claramente queremos evitar en la organización. Lo más importante: ¿cuáles son esos supuestos básicos en que creemos, por qué trabajamos y, finalmente, cuál es el sentido que nosotros queremos dar a la sociedad a través de nuestro trabajo? Eso es la cultura. Eso va más allá del individuo. Eso construye organización.