La base del éxito en el liderazgo se distingue, entre otras cualidades, por ser capaz de llevar a la organización y colaboradores a ser más competitivos. Para ello, hay que estar preparado.
Gestionar las expectativas de una empresa es difícil. Los directores visualizan un futuro deseable y diseñan una estrategia que los conduzca a esa meta. Sin embargo, en el camino surgen factores que no fueron advertidos en el principio y que obligan a ajustar los planeas originales.
Los recursos con que cuenta un líder para conducir a un objetivo son diversos. Uno de los más importantes es la capacidad de persuasión para motivar al equipo de colaboradores. Solo de esta forma, se puede cumplir la meta.
Una vez logrado este paso, el líder debe ser constante en el seguimiento de las acciones del equipo para fortalecer la base del éxito. El trabajo directivo incluye constancia y la falta de ella puede provocar el fracaso. Es en esta etapa donde se encuentra una de las tareas más arduas del director general.
Estar preparado para los escenarios no planeados
La forja del propio carácter es un factor que necesita trabajar un director para asentar las base del éxito. No es posible avanzar hacia nuevos horizontes bajo la pretensión de dominar y controlar todas las áreas de la empresa.
Un buen líder necesita disposición para rectificar el rumbo, corregirlo y ajustarlo hacia nuevas posibilidades. Llevar a cabo lo anterior requiere más carácter que capacidades intelectuales, pues a veces prevalece el cansancio, la desesperación o el temor.
Si bien hay circunstancias que no se pueden anticipar, prepararse para estar en condiciones óptimas de competir proporciona seguridad frente a lo inesperado. Tener experiencia es importante pero no suficiente, pues aun teniendo una buena preparación se presentan cosas que son imponderables. Lo imprevisible suele ser un factor del entorno sobre el que no se tiene control.
El entorno representa todas aquellas variables que interfieren en lo decidido, y sobre las que no tenemos poder. Cuando ese entorno es estable, existe la opción de anticiparse. Si el entorno cambia bruscamente, es donde el líder precisa de esas cualidades de carácter que permiten reaccionar con el debido aplomo y serenidad.
La confianza es base del éxito empresarial
Si entendemos por confianza la capacidad de depositar en otras personas la ejecución de tareas fundamentales, nos damos cuenta que los directivos no confían suficientemente en sus equipos de trabajo. Este hecho es una de las principales barreras para asentar la base del éxito.
Cuando en las organizaciones existe un déficit de seguridad, se implementan sistemas de control que llegan a ser sofocantes para los empleados. En este caso, la tarea del director se transforma en la de un vigilante, alejándolo del verdadero propósito que es el de alcanzar las metas organizacionales.
Por el contrario, cuando se tiene un equipo de trabajo confiable, capaz, preparado y convencido de los objetivos, existe mayor garantía de alcanzar el resultado deseado. En este caso es mucho más probable que las dificultades se resuelvan a partir del interés e involucramiento de los propios colaboradores.
La falta de confianza es muy peligrosa en una organización. La poca seguridad en un equipo de trabajo se pude atribuir a tres cuestiones relacionadas directamente con el director:
Ha seleccionado mal a sus colaboradores. Habrá poca capacidad del directivo para persuadir o motivar a sus colaboradores.
No ha desarrollado la capacidad de riesgo que se requiere para descansar en un equipo confiable.
Es un director incapaz de tomar decisiones con riesgo, pues su afán controlador denota que aún no está dispuesto a asumir su responsabilidad. Recordemos que parte de su labor como directivo es delegar, participar y confiar en su equipo de trabajo. Si existe talento, preparación e involucramiento en los colaboradores, el director debe confiar.
Características de un líder preparado
Aquella persona que tiene una posición de liderazgo, si es consiente del papel que juega y de la responsabilidad que ello supone, debe prepararse para conocer suficientemente el campo específico en el que se desenvuelve. Así podrá conducir a la organización por el rumbo adecuado.
Dicho en otras palabras, para asentar la base del éxito, el líder requiere cierto grado de oficio de expertise propio del ámbito o sector en el que se compite.
Otra característica de un líder preparado para enfrentar retos es la capacidad de rodearse de personas con talento. Esto supone, no sólo seleccionar a los candidatos por sus capacidades técnicas, sino por aquellas habilidades necesarias para confiar en su desempeño.
Es decir, además del conocimiento deben estar comprometidos con el logro de los objetivos y tener la entereza necesaria para no dejarse vencer fácilmente.
Jim Collins indica que para llevar a las empresas a un desempeño óptimo y lograr mantenerlas en ese nivel se requiere:
Determinación marcada. Fuerza de voluntad y enfoque aplicado al logro del objetivo.
Humildad para aceptar las propias limitaciones. Reconocer el esfuerzo de los demás o rectificar decisiones. Y sobre todo, para no desviarse del logro los objetivos de la organización movido por el afán de protagonismo.
La humildad es un rasgo importante en el director.
Existe un tipo de liderazgo discreto -low profile- propio de los altos mandos que conducen a sus organizaciones a grandes logros, pero cuyo protagonismo en su obtención suele pasar desapercibido. Este tipo de directivos son base del éxito al proyectar a las empresas hacia un alto desempeño sostenible en el tiempo.
Entre otras cosas, dan cabida a que los resultados sean fruto de un trabajo colaborativo, más que de su propio esfuerzo individual. Esa labor de conjunto es suscitada, entre otras cosas, por esa disposición del director de poner en manos de sus colaboradores la realización de las acciones clave para la consecución del resultado. Esto no es otra cosa que la capacidad del director de confiar en su equipo.
La confianza y sus consecuencias como base del éxito
La confianza, por tanto, es fundamental en la empresa y los negocios. Cuando el líder no confía en su equipo de trabajo crea tensiones en el ambiente laboral y afecta la toma de decisiones, la comunicación y las relaciones.
La falta de confianza del director en sus subalternos inhibe la iniciativa de éstos, disminuye su sentido de responsabilidad, limita su desarrollo y merma su sentido de pertenencia a la organización.
Por el contrario, la confianza del líder en su gente estimula su creatividad, acrecienta su compromiso con el logro del objetivo, posibilita el desarrollo de sus capacidades y alimenta su lealtad hacia la empresa.