La falta de institucionalización en las empresas genera problemas tan graves que pueden llevar a la quiebra, paralización o descapitalización del negocio.
Cuando se habla de empresa familiar es fundamental retomar el concepto de empresa como tal. Las empresas tienen jerarquías y procesos como la toma de decisiones, que el fundador hace de manera intuitiva o a prueba y error.
Esto es lo que Carlos Llano llamaba la “empresa personalista”. Todo gira alrededor del dueño y en relación a lo que el director hace o no hace, decide o no decide. De manera que institucionalizar a la empresa familiar se trata de ayudarle al dueño o al fundador a:
Dar estructura a la organización.
Repartir responsabilidades.
Tomar decisiones con el equipo directivo.
Medir objetivos.
Saber pedir resultados.
¿Cuándo hablar de institucionalizar a las empresas familiares?
Generalmente este paso se da cuando llega el momento en el que la empresa crece a tal tamaño que se vuelve inmanejable. Esto ocurre cuando todo funciona de forma desordenada y arbitraria. Se suelen encontrar las prioridades y toman de decisiones como respuesta a urgencias, no con orden ni la estructura debidas.
Estas acciones resuelven el tema de la profesionalización o institucionalización de la empresa. Sin embargo, la parte de la propiedad y la familia son dos ámbitos que en las empresas familiares están muy interrelacionados.
La parte familiar se refiere a cómo se educa a sus integrantes a ser dueños de un negocio y a buscar otras alternativas de ingreso. La expectativa es que las generaciones se vayan incorporando al negocio, pero en un proceso educativo adecuado y formal.
Cómo institucionalizar a la empresa familiar
Desde el punto de vista de propiedad, hay que trabajar también en la institucionalización realizando juntas con los accionistas en tiempo y forma. Una buena asamblea es el vehículo para ir educando a las siguientes generaciones con respecto a sus responsabilidades legales.
La falta de una adecuada institucionalización normalmente genera problemas tan graves que pueden llevar a la quiebra, la paralización o la descapitalización del negocio.
Además, los conflictos por la administración acaban por repartir el negocio, haciendo que este finalmente se pulverice. Al darse este tipo de problemas, la familia deja de serlo y tal vez nunca más se volverán a hablar, a ver o a dirigir la palabra como consecuencia de una ruptura mal manejada en el contexto familiar.
En resumen, institucionalizar a las las empresas es una acción necesaria para una adecuada sucesión. De otra manera ésta se vuelve muy complicada, además de que una empresa familiar no institucionalizada está condenada a fracasar. La institucionalización garantiza la continuidad del negocio a futuro.