Nadie te otorga tu primer crédito porque no tienes historial crediticio, lo que te impide iniciarlo. Es necesario romper este ciclo que prevalece en nuestro país. Menos del 30% de la población adulta cuenta con historial crediticio. La mayoría carece de historial debido a las deficiencias y la juventud de nuestros burós de crédito. Predomina la información sobre incumplimientos en lugar de pagos. La información disponible no es suficiente para asignar correctamente líneas de crédito a los clientes.
El historial crediticio está vinculado a los ingresos que solicitan las instituciones financieras para acceder al primer crédito, pero estos no reflejan la realidad del mexicano promedio. El 70% de los mexicanos gana menos de 7,500 pesos, por lo que al establecer requisitos superiores a esta cantidad, se excluye al 75% de la población. Además, el 60% de la población económicamente activa trabaja de manera informal. Este 60% no puede comprobar ingresos fijos, ya que son variables, y los bancos no cuentan con un sistema de scoring que integre este tipo de información.
En cuanto a los procesos físicos, si se requiere que la persona acuda a una sucursal para presentar su documentación y realizar su prueba de vida, se le exige trasladarse, perdiendo tiempo y dinero. Esto se complica aún más en las zonas rurales, limitando significativamente el acceso a productos financieros. Finalmente, no existen productos bancarios diseñados para considerar estas realidades. Es necesario desarrollar productos que faciliten la primera incursión de los adultos en el sistema crediticio.
Comencé mi carrera en la banca y economía, y al poco tiempo solicité mi primera tarjeta de crédito. Durante los siguientes 10 a 12 años, trabajé en el sector bancario. Observé que los bancos ofrecen servicios y productos principalmente a una pequeña parte de la población, dejando desprotegido a más del 70-80% de los mexicanos.
Después de tantos años en la industria bancaria, y habiendo alcanzado el éxito como la directora más joven del negocio más grande de banca corporativa en Latinoamérica, tuve que ser honesta conmigo misma. Acepté que, en realidad, no me hacía feliz y decidí dejar mi carrera. En ese momento, renuncié y me fui de México por un tiempo. Al regresar, conversé con uno de mis mejores amigos, quien también había pasado muchos años en la misma industria. Me contó que estaba comenzando un nuevo proyecto.
Me enamoré de la visión de este proyecto y, a medida que avanzamos, comenzamos a cristalizar nuestras ideas.