Buenas decisiones con apetito de riesgo.- Las buenas decisiones en el apetito de riesgo debe ser una parte integral del proceso de toma de decisiones, pues apoya el logro de la estrategia organizacional y permite a los directores tomar decisiones alineadas a los objetivos de la empresa, con resultados positivos.
Un mundo que se mueve de forma cada vez más incierta y la toma rápida de decisiones estratégicas para generar ventajas competitivas y sobrevivir como organización en el ámbito laboral son dos factores que provocan que los directores y miembros del Consejo de Administración tomen decisiones con información inexistente, escasa, poco clara y de manera casi inmediata en torno a la estrategia de la empresa.
Esto no quiere decir que la incertidumbre sea un elemento “nuevo” en las organizaciones. La incertidumbre siempre ha existido y es parte del día a día del quehacer directivo. Sin embargo, antes era más sencillo predecir qué pasaría, con base en las decisiones que se iban tomando. Hoy, el mundo gira tan rápido que planear estratégicamente a veces significa planificar con una perspectiva de una semana, por lo que las cosas pueden cambiar y tener un impacto organizacional en ese lapso.
Ante este escenario, la literatura alrededor de la toma de decisiones intuitivas ha cobrado relevancia. De acuerdo con los profesores e investigadores en comportamiento organizacional, Erik Dane y Michael G. Pratt, la intuición se define como “juicios con carga afectiva que surgen a través de asociaciones rápidas, no conscientes y holísticas”. Según esta definición se pueden identificar tres grandes elementos: el elemento emocional, las asociaciones rápidas y holísticas, y el hecho de que se lleven a cabo como un proceso no consciente.
El elemento afectivo/emocional se refiere a que cuando se toman decisiones por medio de la intuición, nuestro estado de ánimo en ese momento, así como la carga afectiva que podamos traer por alguna situación específica, influyen directamente en la percepción del problema y en nuestra toma de decisiones.
En segundo lugar, un proceso no consciente se refiere a que no se lleva a cabo un proceso “racional” para la toma de decisiones. No se realiza un análisis tradicional, examinando cada escenario para encontrar la alternativa que maximice el beneficio. De hecho, este proceso se lleva a cabo en otro lado del cerebro.
Finalmente, el tercer elemento –las asociaciones rápidas y holísticas– se refiere a que las decisiones intuitivas se toman gracias a asociaciones que hemos hecho previamente a través de nuestra experiencia o conocimiento de la materia. Por tanto, las decisiones intuitivas son aquellas que tomamos utilizando juicios intuitivos, en vez de un análisis racional.
Características de las buenas decisiones intuitivas
Las decisiones intuitivas tienen distintas características que las vuelven una herramienta atractiva para la toma de decisiones. Una primera característica es que son muy utilizadas por la alta dirección, debido a la rapidez con la que se pueden tomar las decisiones. Además, en algunas ocasiones, los escenarios son tan inciertos que los análisis racionales se quedan cortos para el entorno actual.
Otra característica es que, a pesar de que la intuición es un proceso que se lleva a cabo en el cerebro derecho y es considerada como “no consciente”, la toma de decisiones sí lo puede ser. Las personas pueden prestar atención y estar conscientes de que las decisiones que están tomando se basan en un análisis racional o intuitivo.
Finalmente, y a pesar de que su uso tiene una eficiencia alta, las decisiones intuitivas no siempre son una herramienta que nos dará los resultados positivos que esperamos. No son infalibles. Por tanto, se deben considerar dos conceptos: las fallas y los aciertos intuitivos. Los aciertos intuitivos son aquellos resultados positivos que se obtienen de una decisión tomada conscientemente utilizando la intuición. Por el contrario, las fallas intuitivas implican el uso consciente de la intuición, pero con un resultado negativo.
¿Qué factores son los que influyen en estos aciertos o fallas? Mucho se ha investigado al respecto. Entre los factores más relevantes se encuentran: la experiencia, el conocimiento, el manejo emocional y la percepción del riesgo. Para efectos de este artículo, ahondaremos en este último factor.
Apetito de riesgo, necesario en toma de buenas decisiones
La percepción del riesgo es el proceso por el cual un individuo busca una aclaración preeminente de la información sensorial, para poder emitir un juicio definitivo basado en su nivel de conocimientos y experiencias pasadas. En otras palabras, es el proceso subjetivo que los individuos u organizaciones emplean en relación con la evaluación del riesgo y el grado de incertidumbre.
El riesgo es el daño potencial o pérdida causados por un evento (o serie de eventos), que pueden afectar de manera adversa el logro de los objetivos de la compañía. Esta percepción afecta la manera como se perciben las diferentes decisiones que se deben tomar, lo que impacta directamente en el resultado.
Los aciertos y las fallas conectan con un tercer concepto, el llamado “apetito de riesgo”. Se define como la cantidad y el tipo de riesgo que una organización está dispuesta a tomar para cumplir sus objetivos de negocio, y sirve para asegurar que las organizaciones tomen decisiones y operen en línea con las actitudes y expectativas de la alta dirección y del Consejo de Administración.
Al entender que cada persona es diferente, en términos de motivaciones personales y apetitos de riesgo, establecer este apetito desde la planificación estratégica organizacional se vuelve un mecanismo de control elemental que permite generar comportamientos alineados a la estrategia de la empresa.
Por esta razón, hacer del apetito de riesgo una parte integral en el proceso de toma de decisiones no debería ser una opción. Bien comunicado, el apetito de riesgo se vuelve un factor que apoya el logro de la estrategia y permite a los directores tomar decisiones alineadas conforme a los objetivos de la organización, con resultados positivos.