Urge sensibilidad por la dignidad humana.- Los derechos humanos no son una recompensa por el buen comportamiento, sino el derecho de todas las personas en todo momento y en todos los lugares, por el simple hecho de ser personas, y tienen su base en la dignidad.
Por lo general, escuchamos el término “dignidad” cuando el ser humano se ve expuesto a algún tipo de maltrato o cuando se pone en riesgo su integridad; por ejemplo, con las prácticas de esclavitud de la antigüedad o las conquistas y guerras mundiales del siglo pasado.
El ser humano mantiene gran similitud con los seres vivos que le rodean, especialmente con los animales, pero está dotado por “naturaleza”, es decir, de nacimiento, de características y facultades que hacen que destaque y que sea el ser vivo más desarrollado a nivel integral en sus hábitats.
La dignidad de la persona humana encuentra resonancia en el contexto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, y se refiere al derecho a una vida digna y a la dignidad como fundamento del propio sistema de derecho. De esta manera también lo proclama el Preámbulo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 10 de diciembre de 1948: “La libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y consciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
EL SER HUMANO ES ÚNICO
El ser humano es un habitante particular de este planeta, porque sobresale considerablemente de los demás seres vivos. De las características que más distinguen al ser humano destaca la autoconsciencia: la capacidad de reflexionar sobre sí mismo y sobre sus actos. Ningún otro ser vivo es capaz de cruzar el umbral de lo únicamente sensorial y volitivo (acto de la voluntad), hacia una esfera mucho más intelectual y reflexiva.
Otra gran diferencia del ser humano es su capacidad de actuar libremente y poder autodeterminarse, según las decisiones que toma. El ser humano es plenamente libre, al grado que ante una disyuntiva puede escoger sin estar meramente determinado por la intensidad o debilidad de los estímulos, como sucede con los animales.
Somos creadores de nuestro propio destino y realmente dueños y responsables de las consecuencias. Como seres humanos no reaccionamos simplemente a un estímulo externo sin poder controlarnos, sino que tenemos la capacidad de frenar nuestros impulsos, tomar consciencia de nosotros mismos y reflexionar para tomar una decisión con base a nuestro libre albedrío. Y esta es una característica universal, propia de todos los seres humanos en toda la historia de la humanidad y en todas las ubicaciones geográficas.
DEFENSA DE LA DIGNIDAD HUMANA
En la edad moderna han habido grandes conflictos porque no se tenía suficiente conocimiento de la dignidad humana. Por ejemplo, cuando se solía llevar indígenas nativos a España, durante la conquista española, pues estos no eran considerados por todos como seres humanos iguales.
Fue fundamental la intervención de sabios pensadores y estudiosos, como Francisco de Vitoria (1483-1546) y Alonso de la Veracruz (1509-1584), reconocidos por sus grandes aportaciones a la base de los derechos humanos y a la lucha por el reconocimiento y respeto de los mismos.
Estos sabios se nutrieron e inspiraron de la filosofía de Tomás de Aquino (siglo XIII) para dar respuesta a la problemática sobre la dignidad de los indios americanos.
En la actualidad, la reflexión sobre los derechos humanos en relación con la dignidad de la persona presenta problemas a nivel teórico y práctico. A nivel teórico, la dignidad de la persona puede cobrar una connotación amplia y ambigua, al tratarse de un término excesivamente laxo en algunos casos y usado como “comodín”, según la conveniencia del autor.
Para el teólogo brasileño Hugo Assmann, por ejemplo, la dignidad humana es un principio abstracto, que se presta para “juegos de lenguaje” diversos. Es usado tanto para legitimar acciones desde el poder como para apoyar los intentos de organizar esperanzas.
En el ámbito práctico, basta dar una mirada a los acontecimientos bélicos globales que provocaron la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, con innumerables abusos a la dignidad humana. Se defendían otros intereses por encima del respeto al valor de las personas; por eso, se necesitó agendar una conferencia mundial (al final de la Segunda Guerra Mundial) para frenar esta inconsciencia y abuso excesivo. Podríamos decir que la humanidad tocó fondo y vio con sus propios ojos que la dignidad del ser humano debía ser defendida a nivel teórico y práctico para no cometer los mismos abusos en el futuro.
El Renacimiento y el auge de la modernidad en el siglo XV provocaron un cambio de mentalidad y se colocó al hombre (entendido como ser humano) en el centro de interés, tanto de estudio como de inspiración. Se pasó de una era teocéntrica a una antropocéntrica, con dos tendencias primordiales: la búsqueda por ensalzar al hombre independiente y autónomo, desvinculándolo de cualquier dependencia superior; y la exaltación auténtica del hombre, pero sin perder de vista su procedencia u origen. En última instancia, se buscaba hacer honor a la belleza y grandeza del hombre, visto como obra de su creador.
Hoy, más que nunca, urge que la sensibilidad por la dignidad humana ilumine la conciencia de los hombres de nuestra generación en beneficio de todos, y especialmente de aquellos a quienes le resulta imposible defender su dignidad –la máxima cualidad de los seres humanos y el valor que tenemos como personas por el simple hecho de serlo–. Hoy, más que nunca, debemos respetarnos con base en nuestra dignidad para hacer posible la conservación de la especie humana.