Durante la mañana del 3 de junio, como naturalmente sucede después de cualquier contienda (en este caso electoral), se notan los múltiples rostros de México: unos alegres y otros tristes; celebración y luto convergen en las calles, mientras que la esperanza y la preocupación se ciernen en los corazones. Sorpresa es el sustantivo que espera convertirse en verbo en las manos de una presidenta electa que ha ganado como nadie en la historia moderna.
Divergencia es la palabra, para algunos, yo me quedo con el silencio… el que permite reflexionar sobre lo que todos los mexicanos vivimos hoy, en vez de aquello que nos contrasta: estabilidad, es lo que hoy experimentamos, cuando las calles no están tomadas, los negocios abren sus puertas regularmente, nuestros hijos van a la escuela y tenemos la poco valorada oportunidad de darnos un tiempo para pensar libremente. Sin duda el entorno estará lleno de incertidumbre, pero no de inestabilidad. La incertidumbre nos reta, la inestabilidad nos socava. Habrá tiempo para tomar decisiones, esbozar planes, adaptarnos y prepararnos para el futuro. Hoy es momento de reflexión ciudadana.
La discordia social que fue preámbulo de las elecciones debe quedar atrás. Esto será responsabilidad del nuevo gobierno, pero más de la sociedad de siempre; sobre todo de aquella que es capaz de entender el fenómeno que nos envuelve. De aquellas mujeres y hombres que quizá ejercimos un voto distinto al que se convirtió en dominante, pero que no por ello debemos sentir desconsuelo. Aquél que se siente derrotado es porque olvida que es mexicano, porque distrae su mirada en un paisaje que elige sobre una realidad que le supera. Hoy más que nunca debemos trabajar para disminuir la desigualdad, marginar al crimen y proveer cultura a nuestros compatriotas.
El proceso electoral estuvo lleno de heroínas, héroes y villanos. Yo me quedo con una infinita gratitud a aquellas heroínas y héroes que, sin nombrar para evitar polarizar, han donado gran parte de su vida, su talento y su bondad a todos nosotros.
El 2 de junio no fue el fin del proceso electoral, fue el inicio de un nuevo México, al que nos corresponde dotar de esperanza y desarrollo. Algunos de nosotros, tenemos la infinita responsabilidad de transformar y transmitir, de cuestionar, pero también de contribuir. Tenemos un país que unificar y una democracia que construir. Una juventud que formar y gran cantidad de personas que abrazar. Al amor a nuestro país se debe traducir en amor a las personas que lo constituyen, tolerancia y respeto.
Hoy es tiempo de reflexión profunda. ¡Mañana será tiempo de acciones trascendentes!