Todos tenemos defectos que no vemos –pero que, como dice CS Lewis, son claros y visibles para cualquier persona que convive con nosotros-. La mayoría de estos defectos dominantes son nuestros dragones de siempre; van a estar con nosotros hasta el último día. Claramente no se trata de “ser perfectos” -nadie lo es- sino de ser aprovechar nuestras virtudes, poniéndolas al servicio de fines nobles y luchar con toda nuestra capacidad contra nuestros defectos dominantes. Esta lucha es una en la que vale la pena comprometer la propia vida, no solo para ser mejor persona, sino para hacerles a los demás la suya más amable.
Hugo Cuesta Leaño
CEO de Cuesta Campos Abogados y conferencista invitado de IPADE