Salir adelante de la crisis es cuestión de aprender a gestionar en ambientes desconocidos de la nueva normalidad y con resultados inciertos, de resistir y adaptarse al nuevo entorno. De concentrarse en los clientes para entenderlos, y en los colaboradores para apoyarlos. En el equipo está la fuerza y la flexibilidad de la empresa para adaptarse a la nueva realidad.
Flexibilidad. Esta es una de las ventajas competitivas más importantes de las empresas y ya se distinguía desde el siglo pasado. En su libro Análisis de la acción directiva, publicado en 1979, el empresario y fundador del IPADE, Carlos Llano Cifuentes (1932-2010), señalaba que una nueva realidad exigía la creación de empresas con capacidad de adaptarse al cambio. Sostenía que la flexibilidad era necesaria para hacer frente a las exigencias de un mercado cada vez más cambiante y exigente.
La nueva enfermedad por coronavirus COVID-19 apareció provocando y acelerando cambios en el mercado que quizá se venían gestando con anterioridad, pero ahora se les ha añadido la dificultad de un alto grado de incertidumbre en una economía deprimida.
La pandemia sorprendió y sacudió la realidad de manera tan rápida y disruptiva, que la gran mayoría de los empresarios se están preguntando qué hacer para responder de manera correcta.
Ha sido un duro golpe que, en términos boxísticos, “ha mandado a la lona” la salud y la economía de todo el mundo. Es tiempo de volver a la esquina, beber agua, respirar profundamente y comenzar a generar una nueva estrategia que permita pelear el siguiente asalto e intentar terminar de pie y, de ser posible, ganar.
A pesar de que el virus que causa esta enfermedad infecciosa es completamente nuevo y no existe medicina ni vacuna para curarnos o protegernos, no es la primera vez que el mundo, o una parte de él, está en crisis, por lo que es posible analizar cómo se han solucionado otros momentos difíciles de la historia.
CAPACIDAD DE RESPONDER SIEMPRE AL ENTORNO
Adaptarse a los cambios impuestos no es tarea fácil. En general, se experimenta una resistencia que suele entenderse como natural, pero no es así. Cuando las cosas van bien se piensa que es mejor no modificar; no hacer ajustes. ¿Para qué intentar un reacomodo de las cosas, si todo funciona bien?
Ante la pandemia, es fácil darse cuenta de la cercanía que vivimos entre todos los países, que el contexto global es una realidad que afecta los mercados locales, y que la tecnología es una herramienta indispensable para seguir haciendo negocios en el nuevo entorno.
La situación actual también nos deja claro que son las personas quienes están al frente de todos los cambios. La empresa es flexible gracias al trabajo de todos y cada uno de los que colaboran en ella. Son ellos, y no las máquinas, quienes pueden sacar adelante a las organizaciones en esta difícil situación.
De acuerdo con los profesores e investigadores de negocios Tina Saebi, Lasse Lien y Nicolai Foss, la capacidad de adaptarse al cambio tiene que ver con dos aspectos, principalmente: la capacidad del equipo directivo de interpretar los nuevos signos del entorno y la orientación estratégica de la compañía hacia la búsqueda de soluciones nuevas y distintas.
Este es un momento en el cual los líderes de las organizaciones deben aprender a gestionar en ambientes desconocidos y con resultados inciertos. ¿Pero no es eso lo que los líderes hacen? La labor del capitán de un barco –del director de empresa– es conducir el navío hacia puerto seguro, pero debe hacerlo con decisiones que no garantizan resultados. Si estos fueran seguros y la tarea ya estuviera estructurada, no haría falta tener un guía.
El equipo requiere un adalid cuando no se puede ver el camino; cuando la oscuridad dificulta dar los siguientes pasos. Es en esos momentos cuando los líderes de negocios deben mostrar su capacidad de tomar nuevos retos. Si bien el problema actual era imprevisible, el estar preparados y orientar a la empresa hacia la innovación tienen que ser siempre una constante. Precisamente porque el futuro no se puede prever es importante responder ágilmente al entorno.
EL PODER DE LA RESILIENCIA
Hoy, la capacidad necesaria para salir adelante es la resiliencia. Aunque suele ser un concepto que se emplea para referirse a un individuo y no a un equipo, es posible hablar de resiliencia organizacional.
La palabra resiliencia proviene del latín resilio, que significa “brincar atrás” y, en general, se utiliza para referirse a la capacidad de un sistema de recuperarse después de haber pasado por circunstancias que le provocaron cambios severos y abruptos, de acuerdo con los profesores Martina Linnenluecke y Andrew Griffiths.
¿Cuáles son las características de las empresas que logran recuperarse de una crisis como esta? Primero, poseen la habilidad de no mirar al pasado. Las personas que tienen cierta tendencia de la nueva normalidad a seguir buscando culpables o a entender las causas de lo ocurrido pierden ritmo.
En el mundo de los negocios, los aprendizajes pasados no siempre auspician los resultados positivos en el futuro; el mercado es el que debe medir el éxito del modelo de negocio. Es importante que las empresas, de manera sistemática, busquen formas innovadoras de atender las nuevas necesidades del mercado para crear la capacidad que demandan. Así, en cualquier circunstancia, seguirán operando del mismo modo: mirando al cliente.
LA NUEVA NORMALIDAD
También parece que las organizaciones cuyas decisiones son abiertas y participativas –es decir, “democráticas”– son más ágiles, ya que cada colaborador es responsable de su propio trabajo o equipo y de esta manera las soluciones son más creativas y dinámicas.
Algunos elementos que fomentan la resiliencia y la adaptación en lo individual son la confianza que alguien más deposita en una persona, el sentido de pertenencia y la identificación con el propósito.
Dentro de los factores que fomentan la baja capacidad de recuperación ante las dificultades de la nueva normalidad se encuentra el aislamiento. Las personas que se encuentran o se sienten solas son más propicias a perder la esperanza en el futuro. Por su parte, las personas que tienen un sentido de pertenencia y son parte de un grupo que las apoya se recuperan más rápido.
Por último, cuando el propósito individual y el de la organización se unen, la posibilidad de encontrar soluciones se incrementa de manera importante.
Es en estos tres elementos –confianza, sentido de pertenencia y propósito– en los cuales el líder tiene que basarse para encontrar oportunidades: debe transmitir seguridad a sus colaboradores, hacerlos sentir parte de la organización y encontrar ese propósito que saque a la empresa de la crisis.
El líder también debe estar abierto al cambio en la nueva normalidad y dejar de preocuparse por el pasado para concentrarse en el futuro. Tiene que encontrar nuevas formas de dirigir, centradas en sus colaboradores y en sus nuevos clientes.
Salir adelante de la situación es cuestión de resistir a los nuevos entornos, concentrarse en los clientes para entenderlos y en los colaboradores para apoyarlos. En ellos está la flexibilidad de la empresa para adaptarse a la nueva realidad.