La corrupción y las empresas.- Algunas de las actitudes y formas de combatir la corrupción en el individuo, la empresa y la sociedad.
La relación entre México y la corrupción ha sido larga; lo marca y lo restringe. México ocupa el lugar 128 entre 180 países, según el Índice de Percepción de Corrupción 2018 de Transparencia Internacional, que mide los niveles percibidos de este mal, de acuerdo con la población.
Nos vemos a nosotros mismos como un país altamente corrupto y no pocos aceptan haber participado en este mal. El hermetismo, el autoritarismo, la poca movilidad social son algunas de las causas de la corrupción. El doble discurso es una de sus características. Como organización humana, la empresa es susceptible a la corrupción, un padecimiento que la limita y la hace finalmente inviable.
Combatir la corrupción es un acto que no sólo obra en beneficio de la empresa en sí misma, sino que redunda en lo que puede ser un esfuerzo colectivo por erradicarla para siempre de nuestra sociedad.
LA ECOLOGÍA DE LAS ORGANIZACIONES
La corrupción llega a las empresas con todo tipo de consecuencias. Una muy clara es la falta de replicabilidad del modelo: una empresa sin estándares éticos no puede escalar y crecer. Suele decirse que la ecología de las organizaciones, en términos de sustentabilidad, es la ética. Porque ésta te genera lealtad y reputación, que es un intangible –monetizable, por cierto–; también, la ética genera un diferenciador difícil de imitar por la competencia.
La ética tiene que ver con la sustentabilidad, de la misma manera en que la verdad se sostiene por sí sola y la mentira no. Como dicen por ahí: “para ser un mentiroso se necesita tener muy buena memoria”. Qué han sido los escándalos de Enron, Lehman Brothers y WorldCom si no una montaña de mentiras, sostenidas por más mentiras. En cambio, ser veraz, justo, ético es sustentable: es la ecología de las organizaciones.
Además, la honradez convierte a las organizaciones en un imán de gente talentosa. Este tipo de colaborador suele buscar los lugares más éticos. Si se revisan los listados de Great Place to Work, el primer indicador no es el económico, sino el desarrollo personal: un lugar donde se pueda crecer personalmente y que respete la pensiones al retirarse, por ejemplo.
La corrupción en las empresas es ese camino corto, el atajo, lo más fácil, pero implica la renuncia a los gozos más estables, más arraigados de la vida, como la satisfacción del deber cumplido. Por ello, ante la corrupción debe haber tolerancia cero en las compañías. La primera razón es por la persona misma que está cayendo en la tentación: si no se le detiene, termina cayendo en un ciclo de conducta corrupta y termina siendo el principal dañado. Como decía Aristóteles, es peor cometer una injusticia que recibirla, porque llevarla a cabo te hace injusto.
La segunda razón es que permitirlo abre la puerta a nuevas infracciones, cada vez peores. Pero, además, la empresa y su fundador son puntos de referencia; aceptar un acto deshonesto manda una señal desmoralizadora, tanto a quienes los aprecian y admiran, como a toda la organización.
De esta forma, el empresario debe trabajar con el binomio control/confianza, solvencia profesional/solvencia ética. Decía el presidente de EE.UU., Ronald Reagan: confía, pero verifica. En términos futbolísticos, es como una portería y un portero. Para recibir menos goles es preciso hacer más chica la portería (controles) y agigantar al jugador (reclutamiento y capacitación). Es importante detectar y medir la corrupción: lo que no se mide no se puede mejorar.
LA CORRUPCIÓN Y LAS EMPRESAS
Pero en la lucha contra la corrupción, hay que decir que el buen juez por su propia casa empieza. Ser tolerante, incluyente, justo y honesto es, en principio, una tarea individual. Como escribe Carlos Llano, al hablar sobre los círculos concéntricos de la responsabilidad: “la primera responsabilidad se tiene con los más próximos y no hay nadie más próximo que tú mismo”. Así, lo primero es tener solvencia ética o profesional: nadie da lo que no tiene. Luego, es preciso ampliar el círculo, empezar en casa, con la familia, en tu oficina.
Educa a tus hijos con calidad, capacita a tus empleados, págales bien, todo eso cuenta, pero hay que ir mucho más allá. Alguna vez le preguntaron a Carlos Llano: ¿Cómo podemos fomentar valores solidarios en la gente joven? Él respondió inmediatamente: “poniéndoles metas inalcanzables”. Si a la gente le pones metas difíciles, pero que finalmente puede conseguir por sí sola, puedes terminar formando gente insolidaria, mezquina y egoísta. Si en cambio fijas objetivos imposibles por sí solos, tendrán que trabajar en equipo.
El trabajo en equipo es un gran bálsamo contra la corrupción y el egoísmo, y esto debe llevarse al rango de la sociedad civil. Un caso que da mucha luz en este asunto es una publicación reciente de National Geographic, que se dedicó a la Felicidad y que hacía un listado de los países más felices del mundo: en América, el primero fue Costa Rica; en Asia, Singapur y en Europa, Dinamarca. Este indicador también coincide con los países menos corruptos.
¿Porqué? El artículo se basa en un autor, Martin Seligman, psicólogo y escritor con gran influencia en el campo de la psicología positiva, quien describe tres motivos importantes para ser feliz: purpose, pleasure y people (propósito, placer y personas). ¿Qué tienen en común? Poco: en Costa Rica tal vez se tiene resuelto el tema de la gente con la familia y el del propósito con la religión, y es un país donde se vive bien. Por contraste, en Dinamarca no son importantes ni la familia ni la religión. ¿Cómo resuelven los escandinavos este tema? Con asociaciones civiles: más de 90% de los daneses está asociado de alguna forma, desde clubes de nadadores en aguas heladas hasta importantes sociedades filantrópicas.
Entonces, en el siguiente círculo, nos hace falta organizarnos mejor como sociedad civil, y cada uno desde nuestra trinchera ser contrapeso del Estado. Mientras más pequeña es la sociedad civil, más crece el Estado. Por ello, un capitalismo desbordado trabaja mucho con un Estado socialista. El primero destruye al núcleo familiar, el segundo la suple por medio de la asistencia.
Si estas funciones las volviera a tomar en sus manos la familia o la sociedad civil, bajaríamos mucho los niveles de corrupción. Algo práctico que puede hacer la gente es pertenecer a asociaciones civiles: llámese una ONG, tu parroquia, lo que quieras; es una manera de irse organizando y proteger al individuo.
Una persona aislada es más manipulable frente a la corrupción, pero si en lugar de tener a un individuo, tienes organizados cuerpos intermedios en la sociedad civil, esos cuerpos sirven de pesos y contrapesos a los poderes y sirven para la rendición de cuentas.