Muchas personas tienen un conocimiento superficial de sí mismas, porque en su interior, solo dialogan sobre aquello que les agrada, que les gusta, que les produce satisfacción o placer. Viven en la superficialidad de creer que se lo merecen todo. No captan la vida como el empeño de generar una biografía.
La maduración de la personalidad requiere que profundicemos en los anhelos más hondos de nuestro ser. Supone viajar a ese centro de nuestra vida, en el que se descubre el por qué y el para qué de nuestra existencia. El imperativo de Píndaro: llega a ser el que eres, puede elevar nuestra tensión interior. Puede presionar nuestro sentido vital y estresarnos, por miedo a descubrir que no somos quienes desearíamos ser. Esta discrepancia entre nuestro yo profundo, esencial e íntimo y nuestras praxis cotidianas, pueden hacer sufrir y hacer sufrir tóxicamente por ello a los demás.
Sin el diálogo interior, sin el conocimiento propio, sin la meditación diaria, sin el desarrollo de la espiritualidad que brota de la fuente de vida del ser humano, es prácticamente imposible que se dé el diálogo entre personas.
La razón estriba en que quien carece de conocimiento propio, quien ignora la fuente de su riqueza interior, quién desconoce que el acto propio de la persona es la efusión, que mana de un valor permanente que constituye el ser y el actuar humanos, y que consiste en darse sin agotarse para ganarse, no es capaz de la apertura, de la generosidad y de la capacidad de donarse a sí mismo en la que se resuelve la dinámica del amor.
La vida interior
El diálogo interior estructura nuestros patrones de pensamiento y define las conversaciones con los demás. Tiene repercusiones en la autoestima o en la consideración de los otros seres humanos.
¿Qué es el diálogo interno? El diálogo interno tiene que ver con la forma en que tenemos estructurados nuestros patrones de pensamiento y se define como la conversación que cada persona tiene consigo misma, y que tiene implicaciones en nuestra autoestima o en nuestro sufrimiento emocional.
El diálogo interno, ese que mantenemos con nosotros mismos, influye en nuestra forma de actuar y puede generar miedos, ansiedades e inseguridades. Por el contrario, ese diálogo interno, puede animarnos a llevar a cabo las exigencias más profundas nuestra identidad y a saber reaccionar desde ahí con equilibrio, prudencia y valentía a las responsabilidades de nuestro estado y condición, y del momento histórico que vivimos.
La vida interior es todo aquello de lo que tomamos conciencia, cuando al interpelarnos tomamos conciencia de la grandeza de nuestra dignidad recibida. Entonces nos damos cuenta de que tenemos un cuerpo, un alma, un yo trascendente. Se trata del cultivo de nuestra propia espiritualidad, de cómo entendemos la realidad, nuestro mundo, el universo, nuestra existencia, sus implicaciones y sus efectos.
La vida interior es el cultivo de una vida que busca su sentido. Que se abre a la creación, a la trascendencia, a Dios. En sentido estricto connota una conversación íntima y amistosa con Él, y una meditación decidida, reflexiva y proactiva frente a las acciones externas y su relación con el desarrollo del contenido de la propia intimidad.