El ser humano desde la filosofía tomista .- Para Santo Tomás de Aquino, el hombre es el ser superior y más digno, por estar dotado de racionalidad y libertad, pero también es autoperfectible para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física: la felicidad.
En su tratado de teología Suma Teológica, el filósofo católico Santo Tomás de Aquino tiene una visión del ser humano como persona humana, siguiendo la famosa definición del filósofo latino-romano Boecio: “sustancia individual de naturaleza racional”, pero le agrega el factor importantísimo de la unión sustancial de alma y cuerpo. Con esto, Tomás de Aquino quiere connotar que el ser humano se reconoce como un ser dotado de razón (capaz de obrar según un determinado fin) y además posee una voluntad o apetito racional, que le permite desear aquello que se le presenta como objeto.
Y ya que posee un alma y un cuerpo unidos sustancialmente se ubica en espacio y tiempo en un contexto en el que participa activa y pasivamente, y que necesariamente influye en él. Es aquí donde Tomás de Aquino introduce el concepto de bien común, como un bien perseguido y alcanzado en sociedad.
En las diversas etapas de la vida, la persona se encuentra íntimamente ligada a la sociedad, desde donde se constituye su perfección natural y la búsqueda de su felicidad. Los problemas asociados con su bienestar se encuentran en relación directa con la sociedad a la cual pertenece y en la cual la justicia es el medio necesario para reestablecer el orden del individuo al bien común, fin de la comunidad política –sociedad que reúne a las sociedades–.
Filosofía tomista
La relación entre los individuos, según Santo Tomás, se desarrolla en la comunidad política. De acuerdo con el autor: “la voluntad de un individuo no es recta queriendo el bien particular si no lo refiere, como a su fin, al bien común”.
La comunidad política ha de promover y difundir el bien, premisa fundamental para la realización y felicidad de todos los individuos, y otorgar los medios adecuados para esta realización. Dentro de este contexto se reconoce que el bien común es el mayor de todos los bienes y que del bien principal participan muchos, motivo por el cual se concibe un bien como político, esto es, de interés para toda la polis (ciudad).
El hombre: racional, superior, libre y autoperfectible
Para Santo Tomás, la dignidad del ser humano surge de la propia naturaleza del hombre, cuya diferencia específica es su racionalidad; este es un atributo esencial de toda persona. También vislumbra el ser humano como superior en comparación a su entorno, por ser el único dotado de auténtica racionalidad, intelecto y apetito volitivo (relacionado con la voluntad).
De esta racionalidad surge igualmente la capacidad del hombre de ser libre y ser causa de sí mismo, es decir, de no estar sometido a la voluntad de alguien más para poder obrar, cosa que sería servidumbre. “Lo que tiene necesidad de ser actuado por otro para obrar, está sujeto a servidumbre. Luego toda criatura, exceptuada solamente la intelectual, está sujeta a servidumbre”.
Según lo antes expuesto, la libertad es propia del ser humano, lo distingue del resto de las criaturas y es un aspecto fundamental de su dignidad. La capacidad de ejecutar acciones libres será, en consecuencia, el rasgo distintivo y propio del hombre.
Además, por su naturaleza intelectual, el hombre y la mujer son capaces de conocer la “verdad” y obrar en consecuencia. En este contexto, la verdad es la adecuación de las cosas (reales) con el intelecto. El intelecto humano es capaz de reconocer efectivamente cuáles son sus fines y metas, y obrar en consecuencia.
Desde la visión medieval de Tomás de Aquino y su filosofía tomista, el fin y el bien del intelecto es la “verdad” y el obrar libremente para amar. La persona posee la capacidad de la consecución de sus fines: conocer y amar. Estos fines son posibles por la naturaleza racional del hombre, que los identifica con la inteligencia y los ejecuta por su voluntad, caracteres en los que reconocemos la dignidad humana.
Finalmente, la dignidad de Tomás de Aquino cobra relevancia en la dimensión moral y social del hombre. El ser humano es un ser autoperfectible, no en cuanto a su esencia (ser) sino en cuanto a su obrar (hacer). Esto significa que existe un vínculo entre su dignidad y la calidad de sus actos. Una persona será digna mientras obre dignamente.
Con base en la filosofía tomista podemos establecer que la dignidad humana fundada en la naturaleza puede ser comprendida bajo dos aspectos. Primero, como dignidad natural, por cuanto toda persona es digna según su naturaleza racional. Segundo, como dignidad moral, propia de las acciones del hombre en atención a las virtudes morales, motivo por el cual una persona es digna mientras más virtuosos sean sus actos.
Siguiendo esta línea, los ancianos, por su experiencia en el conocimiento y el amor, poseen una disposición hacia la dignidad moral posibilitada por la vida activa, que involucra obrar de acuerdo con su propia naturaleza; es decir, obrar en libertad mediante acciones externas que persigan la virtud y, por otro lado, mediante la vida contemplativa, que comprende aquellas acciones internas del hombre propias a su verdad y los fines últimos. Entre estos fines están la sabiduría y el amor.
A la luz de Santo Tomás, en el ser humano están contenidas todas las perfecciones de los entes vivos; es decir, su parte vegetativa, sensitiva y volitiva-racional. Esto lo coloca como el ser superior y “más digno” con base en estas facultades, pero también está su autoperfección, la capacidad del ser humano para obrar de manera virtuosa y escoger libremente su meta en la vida, sin importar su edad o condición física: la felicidad.
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