Los banqueros de alimentos partimos de que hay una realidad contrastante en México: las pérdidas y el desperdicio de alimentos tiene un volumen cercano a los 330 millones de toneladas por año, es decir, unos 42,000 kilos de alimento por minuto que se desecha a lo largo de toda la cadena de valor, al mismo tiempo que 29 millones de personas viven en condición de calle.
Este problema recrudeció a raíz de la pandemia y ahora con la situación de la crisis económica y la inflación se ha vuelto peor. Estos son problemas interrelacionados que nos tienen que invitar a reaccionar para solucionarlos. Los responsables somos todos y cada uno de nosotros porque somos consumidores y promovemos prácticas de desperdicio de alimentos.
En países de bajos ingresos como el nuestro, la pérdida comienza en la parte inicial de la cadena de valor. Hace falta mejorar la infraestructura y hacer algunos ajustes a nuestro sistema alimentario. La parte de desperdicio se da en los supermercados, hoteles y nuestros propios hogares. Hay mayores oportunidades de disminuir esta problemática en las primeras etapas.
Podemos hacer cambios a partir de la forma en que vemos y valoramos los alimentos, en la forma en la que vemos y planeamos las compras, y en la manera en que ordenamos en los restaurantes. Vemos tan natural que se quede comida en nuestros platos que no estamos conscientes de que el problema es serio.
El desperdicio de alimentos tiene un triple impacto negativo: el económico (tan solo en nuestro país se pierden unos 491,000 millones de pesos), el social y por último el medioambiental, ya que se generan 36 millones de toneladas de CO2. Tirar comida contamina.
Otro problema importante de esto es la huella hídrica. Toda el agua que se necesita para producir la comida que se desperdicia sería suficiente para abastecer a todo el país por más de dos años. El impacto medio ambiental que causa el desperdicio de alimentos es muy importante.
María Teresa García
Directora Nacional de la Red de Bancos de alimentos de México (Red BAMX)