El emprendedor y el medio ambiente.- Hoy en día las empresas no pueden concebirse tan sólo con fines de rentabilidad, el emprendedor de hoy tiene, por regulación y por cultura, muy presente la preocupación por el cambio climático.
En la década de los 1990, John Elkington definió tres criterios principales para evaluar el desempeño de una empresa, que llamó Triple Bottom Line (TBL): 1) lo económico, 2) lo ambiental y 3) lo social. A estos aspectos se les llamó la “Triple P”, por sus iniciales en inglés: Profit, Planet y People.
Existen dos explicaciones principales para dar razón del cambio climático. En primer lugar, está la llamada influencia antropogénica, referida a los efectos de la actividad humana sobre el medio ambiente. En segundo lugar, la variabilidad natural del clima. Lo más probable es que el cambio climático que se ha registrado en los últimos siglos sea resultado de una combinación de ambas razones causales. Las explicaciones que reducen el cambio climático a factores meramente naturales se remontan a 1824, cuando Joseph Fourier identificó varios fenómenos naturales de calentamiento del globo terrestre.
Es hasta 1979, durante la primera Conferencia Mundial sobre el Clima por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que se hace oficial la idea de que el cambio climático es una amenaza para la vida en la Tierra. El informe de 1990 atribuye a la actividad humana el calentamiento adicional de la tierra. Sin embargo, en el de 1995 se señala que no es posible determinar en qué medida el cambio climático está determinado por la actividad humana o por la variabilidad natural. Los informes subsiguientes mantendrían esta ambigüedad.
El hombre modifica el clima y su fuerza de intervención en el mundo es inevitable e irremediable. El curso de todo ambiente que rodea al hombre se ve modificado por él. El factor antrópico en el cambio climático es innegable, desde que los primeros artefactos de vapor comenzaron a modificar el juego de fuerzas y energías en el planeta. Sin embargo, no hay todavía consenso respecto de la medida en que el factor antrópico determina el cambio climático.
Es razonable entonces afirmar que la actividad humana empresarial afecta de manera importante su entorno, haciendo uso de recursos naturales y generando emisiones de carbono. Por ello, es necesario definir la responsabilidad ética del emprendedor con respecto del medio ambiente.
Sin duda alguna, el modelo capitalista moderno no ha contribuido a la conservación ideal del planeta Tierra. La civilización industrial descansa sobre el uso y explotación de recursos como el carbón, el gas y el petróleo, que han contribuido en una medida considerable al calentamiento global. Hay quien cree que solamente cortando completamente esta inercia de crecimiento industrial se puede salvar a la Tierra de una catástrofe ecológica. Sin embargo, en la comunidad científica la idea de un punto de inflexión catastrófica está rechazada como muy improbable.
Existen dos alas principales de los movimientos ecologistas modernos: una superficial y una profunda. La primera argumenta que el planeta debería conservarse en su mejor estado para favorecer a las futuras generaciones humanas, por lo que podría expresarse como un cálculo de costo-beneficio a favor de la humanidad. Por otro lado, el ala profunda del ecologismo establece a la vida como un valor absoluto y promueve la visión de velar por cualquier manifestación vital.
Estas dos formas de ecologismo son extremos que, o bien no valoran en su justa medida la dignidad de la naturaleza, o bien lo exacerban a tal grado que no hay manera de justificar el uso de recurso naturales en favor de la humanidad, para mejorar condiciones sociales de vida o cualquier otro propósito.
Una tercera vía ecologista, que podría llamarse “ecologismo de la buena vida”, se encargaría de promover estilos de vida humanos que convivan en total armonía con los entornos naturales. Así, tanto el bien de la humanidad como el bien del medio ambiente son ideales regulativos que rigen la actividad humana. Acciones que podrían estar incluidas en esta vía ecologista intermedia son adquirir conocimientos sobre la vida animal y orgánica, la promoción de empresas locales de producción de alimentos, protección de agricultura y producción artesanal de alimentos, la restricción de construcción de supermercados, entre otros.
c) El emprendimiento sustentable
El modelo de emprendedurismo está siempre en constante cambio. Las start-ups de hoy no deberían seguir las mismas estrategias que hace algunos años. Anteriormente, la estrategia que se recomendaba a las nuevas empresas era build it and they will come, es decir, “constrúyelo y ya vendrán”, dando énfasis al diseño de un producto innovador.
Sin embargo, el entorno actual exige a los emprendedores adoptar una estrategia distinta. En lugar de enfocarse en el producto, las nuevas start-ups deben enfocarse en investigar qué es lo que quiere el cliente. Esto implica un contacto directo y cercano con los usuarios de su producto o servicio y una disposición flexible al aprendizaje a través de resultados. El emprendedor moderno debe estar dispuesto a realizar varias pruebas y absorber los errores que cometa, hasta que su producto sea el que busca el mercado.
Steve Blank, en su libro Four steps to the Epiphany, recomienda reemplazar la categoría tradicional de “desarrollo de productos”, por la de “desarrollo de clientes”, promoviendo la idea de una interacción alta entre emprendedor y mercado para experimentar de primera mano los deseos y necesidades de la gente. Otro autor que ha reinventado recientemente el modelo para emprender es Eric Ries, con su libro The Lean Startup.
Un ejemplo muy claro de este modelo de negocio es el que adoptó Pfizer con su programa “Sana la rana”, que comenzó en 2003. En conjunto con otras instituciones, como iglesias, ONG y otras asociaciones civiles, Pfizer implementó el programa en ciudades con una presencia demográfica de hispanos muy concentrada (como Houston o Miami).
Se invitó a varios individuos a realizarse pruebas médicas gratuitas y a tomar sesiones educativas para mejorar la higiene y prevenir enfermedades. En estas actividades, Pfizer gana información invaluable acerca del perfil de su mercado, como preferencias, prácticas, necesidades, comportamientos y actitudes usuales de potenciales clientes. Adicionalmente, los beneficiarios del programa adquieren una imagen positiva de la empresa y Pfizer consolida su reputación como una empresa responsable y sustentable entre la comunidad médica.
Otro ejemplo elocuente en este sentido es la estrategia de Unilever al unirse con varias asociaciones para lanzar una campaña educativa sobre la importancia de lavarse las manos y otros aspectos de la higiene personal. Esta campaña ha alcanzado a más de 130 millones de personas, convirtiéndola en uno de los ejercicios educacionales más grandes de la historia de la humanidad. Esta estrategia benefició a Unilever en varios sentidos: creó un mercado creciente para los productos higiénicos de la compañía (como jabones y detergentes) y generó un lazo de confianza entre los beneficiarios de la campaña, que se convirtieron en consumidores del producto.
Estos ejemplos sirven para argumentar que un elemento que debe tomarse en cuenta en los nuevos modelos de emprendedurismo es la sustentabilidad. Las nuevas start-ups deben moverse en un esquema de conciencia ambiental y proyección a futuro. Para Domenec Melé, el desarrollo sustentable de las empresas implica que las corporaciones se hagan responsables no sólo de sus resultados financieros, sino también de asuntos sociales y ambientales.
El aspecto social ha comenzado a ganar terreno dentro del campo de la sustentabilidad, pues se empieza a reconocer cada vez más que las empresas tienen un gran potencial para aliviar problemas sociales. La conciencia de la sustentabilidad puede incluso ayudar a las empresas a construir reputación de comportamiento ético y responsable, pues un mecanismo usual para exhibir las acciones en este campo son los reportes anuales de sustentabilidad. En 1999 se establecieron los Índices Dow Jones de Sustentabilidad (DJSI por sus siglas en inglés), para dar seguimiento global a las compañías que promueven la sustentabilidad.
Aunque la responsabilidad social de las empresas es un aspecto cada vez más reconocido y recurrente dentro de las políticas de negocios, existen diversas maneras de aproximarse a ella. Un tratamiento muy común de la responsabilidad social es considerarla como algún tipo de beneficio instrumental:
Responsabilidad corporativa como un medio para evitar pérdidas financieras (v.g. mejorando la reputación de la compañía)
Responsabilidad corporativa como un catalizador de ganancias financieras tangibles (mejorando la calidad de vida de los empleados, promoviendo la innovación de productos)
Responsabilidad corporativa como un elemento integral de la aproximación estratégica de la compañía al desempeño a largo plazo del negocio (v.g. dejando de depender de recursos naturales no renovables)
Algunos autores, como Muhammad Yunus, han acuñado el nombre de “empresa social” para aquellas empresas que se pueden definir como “sin pérdidas, sin dividendos”. En este modelo, las ganancias no se transfieren a los inversionistas, sino que se reinvierte en el negocio y termina por beneficiar a un grupo marginado mediante beneficios como precios más bajos, mejores servicios y accesibilidad mejorada.
En Latinoamérica, el impacto social del emprendedurismo sustentable tiene todavía un gran potencial de aplicación. En México y Brasil, el coeficiente Gini, índice que busca medir la desigualdad en los países, está en descenso desde mitades de los 90. Un score de 0 representa perfecta igualdad: todos ganan exactamente lo mismo, mientras que un score de 1 significa que una sola persona recibe absolutamente todo.
En Latinoamérica, los préstamos hipotecarios prácticamente se han triplicado entre 1998 y 2006. En el caso de México, más de 7 millones de nuevos hogares se construyeron en la década de 2010. Predicciones del Banco Mundial anuncian que para el 2030, la clase media de los países en desarrollo alcanzará los 1,200 millones, dos veces el número que alcanzaba en 2005. Esto representa un número mayor que las poblaciones totales de Europa, Japón y Estados Unidos, combinadas.
El modelo de emprendedurismo en Latinoamérica ha tomado un rumbo propio. Anteriormente, la clase media se dedicaba tradicionalmente a empleos del sector público, pero las nuevas clases medias latinoamericanas tienen un carácter mucho más emprendedor. Este aspecto, añadido con la conciencia cada vez más extendida acerca de la responsabilidad social del emprendedor, hacen necesario pensar en un modelo sustentable de emprendedurismo.
Todos estos datos y predicciones relativas al crecimiento de la clase media hacen evidente que el nuevo modelo de emprendedurismo tiene un poder inmenso para generar un impacto positivo en el medio ambiente y en las condiciones sociales de los países en desarrollo. Los países que se han industrializado recientemente, como Brasil, China, India, Indonesia y México, representan ahora los principales catalizadores del crecimiento y expansión económica global.
La economía emprendedora es reconocida por varios expertos como una de las mejores, por su capacidad de impactar positivamente en el entorno e influir directamente en las condiciones de vida de varios individuos. En el libro Good capitalism, bad capitalism and the economics of prosperity and growth, de William Baumol, Robert Litan y Carl Schramm, los autores identifican cuatro modelos principales económicos dentro del capitalismo: emprendedor, grandes-firmas, oligárquico y estatal; y señalan que la mejor combinación es la que resulta de las economías emprendedoras con las grandes firmas. El potencial positivo de esta dinámica es tan alto que representa una razón para reducir la inversión en subsidios de desarrollo y aumentarla en la promoción del emprendedurismo sustentable como un agente de desarrollo social y ambiental.