Carácter y liderazgo empresarial.- Es difícil que una empresa provenga de un fundador sin carácter, pero es imposible que sobreviva si su líder no se preocupa en cultivar el carácter de sus directivos y colaboradores.
Al estudiar las características del líder en el contexto de la empresa, uno de los primeros elementos que se encuentran es el carácter. La palabra carácter es, como se sabe, la traducción más aproximada del vocablo griego ethos, la raíz de la palabra Ética. Para Aristóteles, el carácter se construye a través de la adquisición de una serie de virtudes… el fin de las cuales es que el ser humano desarrolle su “función propia”.
O bien, como lo escribe Elegido en Fundamentos de Ética de Empresa: “La Ética es, en resumen, la disciplina que explora las cuestiones de cómo vivir una vida que valga la pena y cómo desarrollar un carácter que sea al mismo tiempo rico y bien integrado”.
De esta manera, si las virtudes provienen de la inteligencia y la voluntad, el carácter es resultado de la adquisición de éstas. Siendo así de esencial en el desarrollo humano, en el ámbito de la dirección empresarial está indiscutiblemente ligado al desempeño del líder, mas no sólo en sus rasgos propios.
CARÁCTER Y LIDERAZGO EMPRESARIAL: VENCERSE A SÍ MISMO
Decía Carlos Llano que “Dirigir es esencialmente formar el carácter de aquellos a quienes se dirige, para que puedan ser a su vez directores. Siguiendo su línea de pensamiento, hay que hacer énfasis en que hablar del carácter es hablar de personas que se dominan a sí mismas, antes de ocupar un papel de autoridad o dirección. Como ya planteaba Platón en sus Leyes, “La primera y mayor victoria es vencerse a sí mismo”.
Debido a ello, resulta fundamental explicar cómo se logra este dominio sobre uno mismo. En su obra Formación de la inteligencia, la voluntad y el carácter, Carlos Llano dice que la formación del carácter es la conjugación de una inteligencia clara y de una voluntad firme ante la escurridiza y asistemática sensibilidad. No se habla de una visión negativa de la sensibilidad, sino una incorporación bien encauzada hacia el ideal íntegro de todo el ser humano. Esta concepción integral de la formación del ser humano es de tradición griega: ser mejor en todo.
Es necesaria una correcta jerarquía en las facultades del ser humano para conseguir este gobierno sobre uno mismo. La filosofía aristotélica habla de la superioridad de la inteligencia sobre la voluntad y la sensibilidad, pero esto no quiere significar una dictadura de la razón (que llevaría al racionalismo) sino una mutua relación entre ellas. Aristóteles, en su Ética Nicomáquea, comenta que la virtud es un hábito selectivo consistente en un término medio relativo a nosotros determinado por la razón y por la cual decidiría el hombre prudente.
SENTIMIENTOS Y PERSONAS
Un buen gobierno de sí es aquél en el cual existe armonía entre la racionalidad y la afectividad. Tomás de Aquino habla de este sometimiento de las tendencias apetitivas a la razón en su tratado del hombre: “…los poderes interiores, tanto apetitivos como aprehensivos, no requieren cosas del exterior; por tanto, están sujetos a las órdenes de la razón, que no sólo incita o modifica las aficiones del poder apetitivo, sino que también da forma a los fantasmas de la imaginación.”
Esta relación entre la razón y la afectividad es de obediencia, propia no de los esclavos, sino de los libres. “La razón ha de persuadir a la afectividad (como el padre al hijo o los amigos entre sí), y la afectividad escuchar a la razón”, dice Carlos Llano.
El problema se da justamente cuando la sensibilidad quiere influir negativamente en la inteligencia y la voluntad. Llano hace mención de la literatura cristiana, donde el apóstol Pablo describe una lucha interior que lleva dentro: “No hago lo que quiero sino lo que aborrezco”. Es por ello por lo que se requiere un proceso de formación del carácter, donde la clave está en el buen cultivo de la sensibilidad.
Así pues, se llegará a un buen dominio de sí mismo cuando se adquiera este grado de orientación de la voluntad y la sensibilidad hacia la inteligencia y a seguir sus juicios. El ser humano por naturaleza requiere integrar todas sus facultades hacia su favor, dándole a cada una el peso que tiene. La racionalidad servirá de guía a las demás tendencias y las persuadirá de lograr una cierta estabilidad dentro de lo posible.
En el terreno de la empresa, el líder da muestras de este carácter y liderazgo empresarial. Aún en los momentos más álgidos de su emprendimiento (o, sobre todo, en ellos), orienta la voluntad y sensibilidad hacia la inteligencia. Ejerce virtudes como la prudencia para explorar los mejores caminos para la supervivencia y crecimiento de su organización, nunca cede a los vuelcos de la sensibilidad ni permite que la irascibilidad o la concupiscencia nublen sus juicios.
CARÁCTER Y LIDERAZGO EMPRESARIAL
Teniendo esto claro, es importante mencionar que los sentimientos que tienen “como destinatario a las personas, son los más peligrosos en el sentido de perturbadores de la recta razón y del sensato proceder volitivo”, apunta Carlos Llano. El líder está continuamente en contacto con todo tipo de personas y, si no es capaz de orientar y persuadir estos sentimientos intrapersonales a la luz de su racionalidad, afrontará serios problemas que afecten a su institución y a las personas bajo su liderazgo.
¿A qué se refiere Llano? Al hecho de que las filias y fobias se acentúan cuando se trata de personas. ¿Cuántas malas decisiones de negocio se habrán tomado por odio entre dos dueños de empresa, por ejemplo? ¿Qué decir del número de problemas que pueden venir su un empresario insiste en crecer a una mayor velocidad que su rival? Hay que estar especialmente prevenidos contra estos sentimientos.
En ese sentido, se aprecia claramente el concepto del líder como forjador del carácter de su propio equipo directivo, actual o futuro. Más allá de los conocimientos técnicos y habilidades para un puesto de dirección, el líder de empresa debe saber enfocarse en el crecimiento de sus subalternos como personas, si quiere tener a la mano un equipo que colabore en el desarrollo de la empresa. En el contexto personal, es más fácil que una sana competencia entre pares se transforme en una rivalidad peligrosa y a título personal, completamente arrastrada por la sensibilidad y en donde rara vez existe un buen desenlace.
Equipos completos y áreas en disputa pueden paralizar o dañar a la empresa si entre los directivos no se promueve este desarrollo del carácter, esta orientación de la voluntad y la sensibilidad hacia la inteligencia.
Por ello, el líder de empresa no sólo debe pensar en su propio carácter, sino en el de los directivos su organización, para que cada uno desarrolle una vida que valga la pena.