México, con su rica y compleja historia, es un país fascinante para aquellos que desean hacer negocios en él. Comprender su pasado no solo es crucial desde una perspectiva económica, sino también para evitar injusticias.
Los contrastes son evidentes. Más del 40% de su territorio es propiedad comunal, lo que significa que al emprender actividades como la minería, la hotelería o la construcción de infraestructuras, tarde o temprano te enfrentarás a la necesidad de negociar con comunidades locales.
Este país es un mosaico de elementos prehispánicos y virreinales que coexisten con la modernidad contemporánea. Para comprenderlo plenamente, debemos remontarnos al mundo prehispánico. Aunque México fue parcialmente conquistado por los españoles, permitieron que algunas estructuras de los pueblos originarios continuaran. Hoy en día, aún existen comunidades que siguen sus usos y costumbres, reconocidos incluso por la Constitución.
Los emprendedores y hombres de negocios se encontrarán con estas estructuras políticas al operar en México. Las negociaciones no siguen las reglas urbanas o modernas; debemos reconocer que los usos y costumbres locales están respaldados por la ley fundamental del país. En el período virreinal, se forjó la identidad nacional y se consolidaron las estructuras de castas. Estas reflejaban el nivel socioeconómico de los marginados, incluyendo a los pueblos originarios e indígenas, así como a los afrodescendientes, ya que la esclavitud también existió en la Nueva España.
El siglo XIX marcó una época de transformación, con dos corrientes principales: los conservadores que querían crear las leyes sobre la tradición, y los liberales aquellos que querian comenzar la legislación de cero. Finalmente llegamos al siglo XX donde México intenta modernizarse.