La Unión Europea está de aniversario. El acuerdo que estableció sus fundamentos,
el Tratado de Maastricht, cumplió 30 años desde su aprobación el 7 de febrero de 1992.
Su objetivo era crear una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de
Europa, propósito que aún está lejos de cumplirse.
Maciej Bazela
Este mes se conmemora el 30 aniversario de la firma del Tratado Maastricht o Tratado de la Unión Europea (UE), texto que ofreció los fundamentos del origen de la Unión Europea, tal como la conocemos hoy: una realidad política, económica y social interconectada.
Este acuerdo transformó una serie de tratados económicos que ya existían, para convertirlos en un documento más robusto y multidimensional, que unió una manera más integral a los países miembros y construyó un mercado único. Sus aspectos más importantes son los siguientes:
Concepto de ciudadanía europea. El Tratado de Maastricht introdujo el concepto de ciudadanía europea; esto significa que toda persona que ostente la nacionalidad de un país miembro es ciudadano de la UE. La ciudadanía de la unión se une a la ciudadanía nacional, sin sustituirla.
La ciudadanía europea otorga libertad de movimiento, de trabajo y de residencia a cualquier ciudadano y ciudadana de los países miembros; es decir, un italiano puede viajar a España o Francia libremente, sin necesidad de visa. También puede vivir o trabajar ahí sin un permiso especial ni trámites adicionales.
Política exterior y política de seguridad común (fronteras externas). La Unión Europea se convirtió en un espacio no solo de libertad, sino de seguridad, con medidas de control comunes para proteger la frontera externa. La relevancia de la frontera externa se vio en la crisis migratoria de 2015, en la que más de 1.5 millones de personas cruzaron las fronteras externas de la UE huyendo de la guerra y la persecución, y en la crisis migratoria que ocurrió en la frontera entre Polonia y Bielorrusia el año pasado.
Coordinación y colaboración en materia de justicia y asuntos internos de cada estado. El Tratado de Maastricht dio origen a la EUROPOL, organización policial con ciertas prerrogativas en cuanto a búsqueda y captura de delincuentes dentro de todo el territorio de la Unión Europea, y a la Corte Suprema de la Unión Europea, a la que está encomendado el poder judicial de la Unión Europea.
Política monetaria común. El Tratado de Maastricht estableció las pautas para la introducción del euro, la moneda oficial europea, y los pilares fundamentales del Banco Central Europeo, el banco central de los países de la Unión Europea.
El Tratado de Maastricht fue muy ambicioso. Su principal aspiración fue la construcción de un mercado único en el que personas, mercancías, servicios y dinero pudieran circular libremente; sin embargo, está muy lejos de ser una comunidad perfecta.
Éxitos y retos de la Unión Europea
Una infografía de Bloomberg muestra que hoy en día la UE es una estructura conformada por 27 países miembros, con un mercado único, una regulación común y cuatro grandes libertades: de movimiento, de bienes y servicios, de capitales y de personas. Sin embargo, está dividida en subgrupos: la Zona Euro, la Zona Económica Europea, la Zona Europea de Libre Comercio, la Unión Aduanera y la Zona Schengen.
Nota: Considerar que el Reino Unido ya no forma parte de la Unión Europea.
- Zona Euro: 19 países miembros de la UE que han adoptado el euro como moneda, creando una unión monetaria.
- Zona Económica Europea: reúne a los 27 países miembros de la UE y a Noruega, Islandia y Liechtenstein en un mercado interior regulado por las mismas normas.
- Zona Europea de Libre Comercio: es una zona de libre comercio y red de acuerdos que agrupa a países que decidieron no ingresar a la Unión Europea: Noruega, Islandia, Liechtenstein y Suiza.
- Unión Aduanera: los países miembros no tienen aranceles ni ningún otro tipo de traba al comercio y su política comercial exterior es común. Está conformada por los todos los países miembro de la Unión Europea más Turquía.
- Zona Schengen: es una zona de viaje sin pasaporte, conformada por 26 países, que pertenecen o no a la Unión Europea.
Los éxitos y los retos
A tres décadas de la firma del Tratado de Maastricht, podemos identificar los éxitos y los retos de la Unión Europea. En el aspecto político destaca la soberanía híbrida de la UE; es decir, los países miembros han cedido cierto grado de su soberanía en favor de un ente supranacional, para abordar de forma conjunta los problemas comunes.
Hoy pertenecen a ella 27 países. En los últimos 30 años, más de 10 países han ingresado a esta entidad, convirtiéndola en un bloque mucho más grande de lo que solía ser en los años 60 y 70. Y aún existen varias naciones que aspiran ingresar a este bloque.
La Unión Europea no es una república federativa, como Estados Unidos, con diferencias en prerrogativas entre el gobierno federal y los gobiernos estatales. Tampoco es una confederación, como Suiza, la cual está conformada por cantones, ni se trata solo de una entidad con acuerdos económicos. Es una comunidad política con soberanía híbrida, conformada por Estados que han cedido gran parte de su soberanía al gobierno híbrido, a un grupo de instituciones europeas, en particular la Comisión Europea, el Parlamento Europeo, y el Consejo de la Unión Europea, los cuales tienen tres lugares de trabajo: Bruselas (Bélgica), Estrasburgo (Francia) y Luxemburgo.
A pesar de que la UE es una entidad bastante fuerte, en los últimos años se ha visto una nueva ola del nacionalismo de derecha, que enturbia su consolidación en el futuro. A esto se agrega el reciente conflicto entre Rusia y Ucrania, que ha dejado al descubierto la falta de un cuerpo militar común. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sigue siendo el paraguas militar para la Unión Europea, pero se trata de una alianza de países europeos con una aportación norteamericana: la de Estados Unidos y Canadá.
En lo económico sobresalen el mercado común y la unión monetaria. Sin embargo, el mercado común europeo aún no cumple al 100% lo que en teoría se conoce como “unión económica perfecta/óptima”. Para que reciba este nombre, se tienen que cumplir tres condiciones: la libre circulación de bienes, servicios, capital y trabajo; la flexibilidad de precios y salarios; y la unión fiscal en materia de recaudación y redistribución.
En el aspecto social destaca la libre circulación de personas, el pluralismo, la diversidad y las políticas de bienestar robustas y comunes entre los países miembros, y la acogida de refugiados. Después de Estados Unidos, la Unión Europea es probablemente el segundo destino más importante, atractivo y demandado del mundo, por su seguridad, prestaciones y calidad de vida.
Sin embargo, a pesar de la movilidad laboral entre los ciudadanos de los países miembros, la Unión Europea no ha logrado una alianza perfecta en el campo laboral. Hay muchas profesiones y oficios que pueden moverse de un país miembro a otro de manera muy fácil, como un jardinero, un trabajador de la construcción, una enfermera o un académico. Pero hay otras profesiones o campos de trabajo que no son tan sencillos de llevarse a cabo, debido a barreras lingüísticas, de licencia, de usos y costumbres y de leyes. Por ejemplo, una barbershop es un negocio que parece sencillo, pero es un establecimiento muy local que depende de los usos y costumbres de cada lugar. Lo mismo pasa con muchas otras profesiones como, por ejemplo, contadores, ingenieros civiles, médicos y enfermeras en el sector público, profesores de escuelas primarias y secundarias, etc.
En el mismo sentido, a un abogado que conoce muy bien las leyes de su país porque toda su vida ha practicado en él le resultaría difícil mudarse a otra nación para abrir un despacho, porque desconoce su legislación. Por lo tanto, la libertad de flujo de trabajo en la Unión Europea todavía no es perfecta.
En lo económico hay desequilibrios de competitividad derivados de la moneda y de las políticas sociales y fiscales de cada país miembro. Irlanda, por ejemplo, desde hace varios años ha atraído mucha inversión norteamericana y de otros países no miembros, porque tiene políticas fiscales muy atractivas para los corporativos.
Además, algunos países, particularmente los escandinavos, siguen una línea monetaria y fiscal neoliberal, mientras que hay otros de corte más socialista, sobre todo en el sur. La desigualdad de las políticas sociales, laborales, de educación y de salud –algunas generosas y otras más austeras– también sigue siendo marcada entre los miembros.
Otro reto es la unión fiscal (recaudación y redistribución). Actualmente, la UE no tiene una política fiscal común para todos los países. Esta disparidad en esquemas fiscales es fuente de choques y tensiones entre países, y de distintos niveles de competitividad.
En el ámbito social, hay varios retos, desde equilibrios migratorios, xenofobia, chovinismo, diferente calidad de prestaciones y políticas sociales distintas entre los países miembros. Esto genera que los migrantes quieran moverse a países como Alemania, Inglaterra y los países nórdicos, que tienen políticas sociales más robustas que los países del Mediterráneo, por ejemplo. También está el tema de fronteras semicerradas. Algunos países miembros son más estrictos y otros más laxos en cuanto al flujo de personas.
Estos retos nos muestran que sigue habiendo un desequilibrio entre los países miembros, a pesar de estar integrados en una sola entidad. A mi parecer, esta inestabilidad ha generado tres grandes bloques: Europa del Norte (países escandinavos), el sur europeo, y Europa Central y las islas británicas (básicamente Irlanda).
Tres grandes bloques
Alemania se encuentra en el medio porque aún no decide en qué cuadrante colocarse. Ningún país se ubica en el cuadrante socialista austero, como poco viable. El sur europeo –Francia, España, Grecia, Portugal, Italia– suelen tener prestaciones sociales altas (de jure) y impuestos altos.
Las desigualdades mostradas en el recuadro exponen perfectamente el desequilibrio en la arquitectura e implementación del Tratado de Maastrich.
La Unión Europea es un gran experimento de estructura común, soberanía híbrida y mercado sin fronteras, que ha logrado sobrevivir varias crisis, como la tercera guerra de los Balcanes (1991-2001); su ampliación más grande en 2004, cuando se incorporaron a la entidad 10 países (República Checa, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta y Polonia); la crisis migratoria de 2015; la inestabilidad del euro derivada de las crisis financieras de Estados Unidos en 2007, 2009, 2011 y 2012 y, finalmente, las crisis migratorias entre Turquía y Grecia (2020) y la de la frontera entre Polonia y Bielorrusia (2021).
A pesar del Tratado de Maastrich, la entidad europea sigue siendo un mercado imperfecto no consolidado, y esa falta de consolidación crea grietas, tensiones y posturas extremistas de izquierda o de derecha en elecciones nacionales. También genera incertidumbre sobre su futuro. ¿Algún día la Unión Europea logrará convertirse en un mercado único perfecto o veremos una disminución en su nivel de consolidación, para regresar a su estado anterior a Maastrich? Esta es la pregunta, aún sin respuesta, de cara a un mundo cada vez más preocupado por la política energética, el cambio climático y la transformación verde, elementos que jugarán un papel crucial en Europa y el resto del mundo en los próximos años y décadas.