Desde hace ya varios meses, los medios de comunicación en nuestro país están inundados de artículos sobre el nearshoring. Tan solo una búsqueda en Google de este concepto en relación con México arroja un aproximado de 53 mil 600 resultados de noticias publicadas al respecto. Entendido como la práctica de externalizar procesos o servicios empresariales a un país o región cercana al país de origen de la empresa –en contraste con el offshoring, que implica externalizar a un lugar más distante, a menudo en otro hemisferio–, con la finalidad de aprovechar los costos laborales y operativos más bajos, el nearshoring surge como una consecuencia de la reconfiguración de los flujos del comercio internacional. Y es que, a partir de la segunda década del presente siglo, la globalización entró en una fase de transición. Después de haber registrado un largo periodo de expansión iniciado en 1870, la apertura comercial, medida a partir de la suma de exportaciones e importaciones de bienes y servicios como porcentaje del PIB mundial, alcanzó un máximo historico de 61% en los albores de la Gran Recesión de 2008-09 y comenzó una fase de estancamiento e incluso de contracción. En otras palabras, 2008 fue el año más globalizado que la humanidad haya conocido hasta ahora.
Desde su inicio, esta fase de transición ha estado marcada por tres etapas principales. Primero, en respuesta a la Gran Recesión, China ajustó su modelo de crecimiento económico, dándole mayor relevancia al consumo doméstico. Posteriormente, en 2016 Donald Trump inició una guerra comercial con diversos países, incluido México, con la finalidad de revitalizar a la industria manufacturera de su país, política que en gran parte se ha mantenido vigente en el gobierno de Joe Biden y que ahora constituye un punto de encuentro entre republicanos y demócratas, que no parece que vaya a cambiar. Ese mismo año, el Reino Unido votó por abandonar la Unión Europea en el referendum del Brexit, materializando su salida en febrero de 2020. Finalmente, en el periodo 2020-22 la pandemia de COVID-19 y la invasión rusa a Ucrania ocasionaron fuertes disrupciones en las cadenas globales de suministro y dieron pie a serias preocupaciones de seguridad nacional en las principales economías occidentales.
Estos sucesos se dieron al tiempo que el comercio internacional atravesaba por una transformación intrínseca que fortaleció la importancia del conocimiento y la propiedad intelectual. En su reporte de 2019, “Globalización en transición: El futuro del comercio y las cadenas de valor”, McKinsey Global Institute señaló que entre 2007 y 2017, el intercambio de servicios creció a mayor velocidad que el intercambio de bienes manufacturados. Los servicios relacionados con el know-how (conocimiento y habilidades) y la provisión de bienes intangibles (datos y propiedad intelectual) estaban impulsando la integración global, particularmente los servicios de telecomunicaciones, atención a negocios, turismo, financieros y de seguros. Más aún, el reporte señala que todas las cadenas globales de valor se volvieron más intensivas en el uso del know-how y de bienes intangibles, lidereadas por las llamadas innovadoras globales como son las industrias farmacéutica, automotriz, de computación y equipos electrónicos, fabricación de maquinaria y equipo, entre otras.
A pesar de la desaceleración de la globalización, los cambios estructurales recién descritos seguirán incidiendo en los flujos comerciales internacionales. La expansión de las plataformas digitales y el desarrollo de las tecnologías logísticas, por ejemplo, seguirán reduciendo los costos de transacción y de transporte. La robotización en las industrias manufactureras podría también darle un impulso adicional a la relocalización de los procesos productivos, restándole importancia a la mano de obra barata como ventaja competitiva y dándole más valor a la mano de obra calificada gracias a las herramientas de comunicación actuales como Zoom o Webex que hacen posible la provisión de servicios profesionales en un mercado verdaderamente global y altamente competitivo, sin necesidad de expatriar colaboradores. Finalmente, la adopción masiva de vehículos eléctricos alterará dramáticamente algunas actividades económicas, como se prevé que suceda con la industria de autopartes o la del petróleo y sus derivados en la próxima década.
Ante esta coyuntura, nuestro país se encuentra en una posición muy favorable, aunque el éxito no está garantizado. Nuestra condición geográfica de vecinos de la economía más grande del mundo y la red de 14 tratados de libre comercio con 50 países y 30 acuerdos para la promoción y protección recíproca de inversiones con 31 países o regiones administrativas, le otorga a México acceso preferencial a mas de 1,500 millones de consumidores en todo el mundo. Además, con 26 mil kilómetros de extensión, la red ferroviaria de carga en el país es una de las mas extensas de América Latina y, con la inminente fusión entre Kansas City Southern y Canadian Pacific –pendiente aún de aprobación final por parte del Surface Transportation Board– contaremos con el primer ferrocarril verdaderamente norteamericano, que unirá a México, Estados Unidos y Canadá a través de 32,000 kilómetros de vías, desde el puerto de Lázaro Cárdenas en Michoacán hasta Vancuver o Saint John, en Canadá, pasando por Kansas City y Chicago, en Estados Unidos. Por otro lado, México tiene hoy una ventaja competitiva en costos de mano de obra, pues de acuerdo con cifras de la Organización Internacional del Trabajo, el ingreso promedio mensual por trabajador en nuestro país representa aproximadamente una tercera parte del de China.
Para aprovechar la fiebre del nearshoring, que en 2022 el Banco Interamericano de Desarrollo estimó podría generar un aumento de alrededor de 10% de crecimiento continuo en las exportaciones mexicanas en el próximo lustro, debemos continuar mejorando nuestra capacidad para producir bienes y servicios más sofisticados, aportando mayor valor intelectual a través de la inversión en innovación, capital humano y desarrollo de habilidades, así como en la mejora de la infraestructura y el fortalecimiento de las cadenas de suministro. Es importante continuar trabajando en el fortalecimiento de nuestra economía y en la creación de condiciones favorables para la inversión y el desarrollo económico sostenible, para lo cual se requiere indispensablemente del respeto al estado de derecho, certeza jurídica e instituciones sólidas.