El presente texto está basado en el artículo “¿Los empresarios pueden hacer algo contra la corrupción?” que forma parte del número correspondiente a julio 2016 de la revista ISTMO.
La corrupción se entiende como el abuso de poder público o privado que utiliza funciones o medios organizacionales para provecho propio. El sentido latino de la palabra tiene que ver con depravación o perversión.
Aunque inicialmente se enfocaba en temas morales, hoy también se relaciona con la deformación del criterio en la toma de decisiones o la perversión de gobernabilidad. Al mismo tiempo, es una práctica individual, institucional y cultural.
En el primer caso, el individuo percibe que hay más beneficios si es parte de la corrupción que si opera con integridad.
A nivel institucional, la corrupción tiene que ver con la debilidad de los mecanismos de gobernabilidad organizacional. En particular, la falla del estado de derecho.
En lo cultural, la corrupción se vuelve una costumbre, un modo de ser, una regla no escrita que informa las relaciones interpersonales a nivel económico, político y social.
¿Desde qué ángulos combatir la corrupción?
Es una práctica que se puede dar en cualquier lugar en el mundo sin importar raza, género, ideología política y credo religioso.
Ante este panorama, la pregunta clave es: ¿cómo combatir la corrupción desde la empresa? Primero, hay que tomar en cuenta que se debe luchar contra la corrupción desde los tres sectores:
Público (gobierno).
Privado (empresarios).
Social (individuos, familias y organizaciones no gubernamentales).
Cada uno debe hacer su parte. Aunque el papel del sector público es primordial, no es suficiente. En este ámbito es fundamental fortalecer el estado de derecho y combatir la impunidad.
Por lo tanto, hay que tomar en cuenta que la corrupción no es sólo asunto de sanciones, sino también de cultura. Por lo tanto, involucra usos, costumbres y valores.
Sin embargo, decir que la corrupción es asunto cultural no implica que, por ejemplo, los latinos por su cultura son más corruptos que otros. No es cuestión de ADN, ni de clima o geografía.
Cultura y corrupción
Es cierto que la corrupción se da más en economías emergentes que en economías maduras. Eso se debe a cómo las sociedades perciben ciertos valores. Por ejemplo, muchas culturas latinas y asiáticas están acostumbradas a la centralización del poder, al paternalismo, al asistencialismo y a estructuras sociales piramidales.
Estas ideas sobre el orden político y social, incluso cimentadas en buenas intenciones, tienen muchas veces impactos negativos en la sociedad.
La centralización de poder y el paternalismo sofocan el ejercicio de libertad responsable. Esta es necesaria para tener una sociedad dinámica, innovadora y creativa.
Además, en la cultura actual prevalecen ciertos aspectos y pensamientos que complican la tarea de combatir la corrupción en el sector privado, como:
No premiar la integridad en la vida familiar y profesional
Alto margen de tolerancia a la corrupción, tal como dice el dicho: “el que no tranza no avanza”
En la cultura empresarial mexicana, los fines justifican los medios. Pueden importar más las ventas que los temas relacionados con integridad
La falta de pesos y contrapesos como mecanismos de gobernabilidad organizacional
Manifestaciones de corrupción desde la empresa como: machismo, el neo-feudalismo y el nepotismo
La fe mal entendida tiene poco impacto práctico en las empresas, puesto que no se relaciona con la responsabilidad social de la organización, ni con la ética de los negocios
Sin embargo, a través de buenas prácticas de gobierno corporativo y de ética, las empresas pueden mejorar el entorno de negocios en México. Para ello es esencial conocer los puntos en dónde surge la corrupción.
La corrupción y las empresas mexicanas
En México, esta mala práctica se presenta siempre en tres tipos de relaciones de negocios:
Público-privada.
Entre empresas (business to business).
Entre personas dentro de la empresa (internamente).
En la relación público-privada, el empresariado puede llegar a practicar malas estrategias fiscales como son:
Pagos en efectivo.
Incumplimiento de pagos al seguro social.
Registro de empresas bajo otros esquemas legales como medida de protección al abuso de poder.
Corrupción y su relación con el sector público
Combatir la corrupción sería posible si se contara con un sector público fuerte, pero amigable y accesible.
Entre empresas también se puede notar la falta de una cultura de integridad. Como ejemplo, podemos resaltar:
El robo de datos o clientes.
Falta de confidencialidad.
“Mordidas” con el fin de recibir mercancía o colocarla en tiendas.
Pagos de viajes y comidas de lujo para el cierre de contratos.
En este sentido, se identifica claramente el dominio de patrones de utilitarismo sin límites. Este busca maximizar ganancias, acaparar todo el mercado y eliminar a la competencia.
Corrupción entre empresas
Es trascendental comenzar a comprender que: todas las empresas pueden ser exitosas como competidores. Si el sector privado sabe que la corrupción agrega costos y genera riesgos, ¿por qué no trabaja con sus competidores, proveedores, clientes y empleados para mejorar poco a poco el entorno político y social de la empresa?
Los empresarios deben despreocuparse por lo que sucede en el sector público con respecto a este tema, y enfocarse en lo que pueden hacer con las partes involucradas de su organización.
Corrupción interna en las organizaciones
Al interior de la empresa puede presentarse, entre otros:
Abuso de poder.
Clientelismo.
Nepotismo.
Favoritismo.
Las mujeres empresarias señalan el machismo y la dificultad para ser exitosas en la compañía, sea por cuestión cultural o por políticas como la discrepancia de salario.
En las empresas se premia la creatividad en los negocios, pero faltan buenos ejemplos de conducta íntegra.
El combate a la corrupción en otros países
La realidad es que es muy difícil combatir la corrupción individualmente. Puedes eliminarla en tu círculo familiar o en tu medio directo, pero a nivel organizacional se necesita una acción colectiva. Los empresarios deben unir fuerzas si de verdad quieren cambiar el entorno político y social.
Por ejemplo, existen iniciativas empresariales en Tailandia, Filipinas y Colombia. En Tailandia se reunió a un grupo de empresarios que representaban 30% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Luego esos empresarios crearon un esquema de auto-certificación que les permitió levantar los estándares de gobernabilidad y de integridad en las relaciones business-to-business.
Por su parte, en Filipinas, más de 2,000 empresas firmaron pactos de integridad. En Colombia tuvo mucho éxito la iniciativa PROBIDAD: lucha anticorrupción de los empresarios en los negocios con el estado.
Estas iniciativas giran alrededor de la misma idea: para combatir la corrupción, la mayoría de los empresarios tiene que mejorar los estándares de gobernabilidad y ética a través de procesos compartidos de certificación, cumplimiento y revisión.
Al crear una coalición a favor de la cultura de integridad se quita terreno a los corruptos.
Trabajo en equipo para combatir la corrupción
Otro paso será que cada empresario trabaje con sus clientes, proveedores y competencia para promover una cultura de integridad. Por ejemplo, pensemos en el fútbol. El éxito de este deporte está en la combinación de los siguientes factores:
1) Profesionalismo y auto-disciplina de los jugadores y otras personas involucradas como médicos, técnicos y managers.
2) Reglas claras y eficaces del juego.
3) Un arbitraje imparcial que garantiza el estado de derecho en el campo de juego.
Así se crea un círculo virtuoso de un gran deporte, el cual crea valor económico, social y estético. Al contrario, el fútbol con poco profesionalismo y auto-disciplina, con muchas reglas y con un arbitraje subjetivo, sería la antítesis del deporte mismo.
Tal lógica aplica en la vida económica de cualquier país. El ejemplo de fútbol refleja que la cultura de integridad es una pieza clave para un desarrollo exitoso.
El cambio no puede forzarse ni imponerse, es una decisión completamente libre y compartida de los tres sectores. Estos cuales deben entender que el reto de combatir la corrupción posee en sí mismo beneficios intrínsecos.