Una de las frases que más escuchadas actualmente es: “La única constante es el cambio”. Y, ¿cómo no habría de ser así? Estamos viviendo en una era en la cual la volatilidad y la incertidumbre están presentes todos los días. Por ello, siempre nos enfrentamos a situaciones desafiantes.
Se extraña aquella época en la que, como decía un cronista: “lo único que se podía predecir era el futuro”. Hoy en día, ya no es tanto la capacidad de organización, sino la habilidad para cambiar adecuadamente la organización. Cuando estamos acostumbrados a una cierta estabilidad, el contexto puede ser completamente adverso.
La insatisfacción
Todos los seres humanos estamos programados para buscar la estabilidad y la homeostasis. Sin embargo, a menudo nos encontramos en un estado de insatisfacción, donde la brecha entre nuestro desempeño actual y el nivel que deseamos alcanzar se hace evidente. Este sentimiento de insatisfacción es el primer indicio de que es necesario un cambio.
Diagnóstico: el primer paso hacia el cambio
El diagnóstico es fundamental para identificar las áreas que requieren atención. Una vez que hemos reconocido esta brecha, podemos comenzar a diseñar un plan de acción que nos lleve hacia dónde queremos estar. Este diagnóstico no solo nos ayuda a entender la situación actual, sino que también nos proporciona una base sólida para construir nuestro futuro.
Para que un plan de cambio sea efectivo, es crucial considerar cuatro elementos:
1. Despliegue: ¿Hacia dónde se va a dirigir el cambio?
2. Origen: ¿Cuál es el punto de partida?
3. Alcance: ¿Qué áreas de la organización se verán afectadas?
4. Tiempo: ¿Cuál es el marco temporal para implementar el cambio?