La sociedad civil mexicana ha sido profundamente influenciada por la historia política del país. Durante varios años, el poder centralizado limitó el desarrollo de la sociedad civil. Sin embargo, momentos clave como el movimiento estudiantil de 1968, la respuesta ciudadana al terremoto de 1985, a finales del siglo XX rompieron barreras significativas para la participación cívica en el país.
A pesar de estos avances, México enfrenta niveles muy bajos en indicadores de capital social. Estos indicadores miden la confianza entre individuos, la participación cívica y la formación de organizaciones de la sociedad civil. Según el índice de capital social de 2023, México se encuentra en el puesto 124 de 180 países evaluados. En el índice de participación de la sociedad civil, México también se sitúa por debajo de la mayoría de los países de América Latina, muy por debajo de Brasil, Argentina y Chile.
A finales de 2021, según el Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI), había un total de 46,403 OSC registradas en México, equivalente a 46 organizaciones por cada 100 mil habitantes, una cifra considerablemente menor en comparación con países como Brasil, Argentina y Chile. Además, después de un boom a inicios del siglo, desde 2013, el número de nuevas organizaciones de la sociedad civil ha ido disminuyendo, según los datos del Registro Federal de las Organizaciones de la Sociedad Civil. A pesar de la participación espontánea y desinteresada de la sociedad civil en momentos como desastres naturales, en México nos falta institucionalizar la sociedad civil. Una sociedad civil robusta es necesaria para tender puentes y construir consenso político, especialmente en momentos de gran polarización.
Los principales retos para consolidar el tercer sector son: la escasez de interés en generar organizaciones transversales, los retos de financiamiento y la sobrerregulación. En este sentido, es crucial que la sociedad civil logre el apoyo de los otros sectores, el empresariado y el gobierno, para fortalecerse.
Los empresarios pueden apoyar financiando proyectos verdaderamente transversales de la sociedad civil y presionando para generar espacios en los que se puedan crear organizaciones libremente. Una sociedad civil activa es fundamental para fortalecer la democracia en México. Les invito a participar en la formación de organizaciones inclusivas, que tiendan puentes e integren a ciudadanos de diversos perfiles. Nos falta mucho por avanzar; necesitamos una sociedad civil que fortalezca y no debilite a la democracia.